Hablamos de Viajar

miércoles, 30 de noviembre de 2011

De compras por... SHANGHAI


Ya nos fuimos de compras por Beijing, ahora veamos qué nos ofrece Shanghai. La ciudad de las compras en China por excelencia. Según varios blogs, la mejor zona es la de la calle Fuxing. Comenzar paseando en la intersección de la calle Ulumuqi con Fuxing. Ir desde la parte norte de Fuxing hacia el oeste. Normalmente las calles en Shanghai están bien señalizadas en chino y en inglés (además de los cuatro puntos cardinales), por lo que no suele haber problemas para orientarse en la gran ciudad. Para llegar hasta allí quizá lo mejor sea un taxi. Cuándo ir, esa es una gran pregunta. Dicen que las mejores fechas son de mayo a septiembre por el hecho de que las palmeras (plantadas por los franceses a principios del siglo pasado) están en su verde más esplendoroso. Llevará entre dos y tres horas el disfrutar de las compras en una de las calles más bellas del barrio de la Concesión Francesa. Otras zonas son también las aledañas al Jardín de Yu (Yu Yuan). Hace poco que las miles de tiendas en forma de laberinto se convirtieron en su mayoría en un centro comercial más moderno, aunque preservando la estética de la arquitectura tradicional. Allí podremos encontrar de todo, desde ropa, utensilios de cocina, elementos tradicionales que podemos llevar como recuerdo, joyerías, tiendas de cerámica y de otras curiosidades. Si nos internamos mucho podremos dar con el puente zizagueante que impide que los malos espíritus den con la tetería preciosa de dos pisos que se yergue sobre el lago.

Alba Cantón, por Shui Viajes

lunes, 28 de noviembre de 2011

Mochileando IV

Una noche no tan larga como la anterior de tren, jugando a las cartas la mayor parte del tiempo, nos llevó a un amanecer intenso bordeando las montañas de la provincia de Guangxi. Montañas preciosas, que se posan individualmente sobre el suelo, como apariciones parpadeantes. Más verde, campos de arroz...

Guilin a veces está definida como "la ciudad más bonita bajo el cielo", y puede llegar al cielo en cierto modo, gracias a sus montañas sagradas que la rodean y acompañan el vivir de cada día de la gente.

No puedo decir que disfrutáramos mucho de la ciudad. Llegamos muy temprano y nos dedicamos simplemente a buscar la oficina del visado. Estaba muy lejos por lo que después de un desayuno de churros con huevo y batido de vainilla (ah! y también un bol de tallarines picantes, cómo no!), pudimos pasear con la perspectiva un tanto nublosa que uno tiene al llevar 24 horas sin dormir, de las principales calles de la ciudad. El río y el puente, por el que circulaban bicicletas, coches y motos silenciosamente. Una ciudad tranquila y apacible, la que más de las que he visto hasta ahora en China.

Lo que quizá más me gustó y sorprendió de Guilin fue pensar lo afortunada que es la gente que vive alí. Las montañas o "mogotes" (como en Cuba), pueden apreciarse desde cualquier punto de la ciudad. Verdes y salvajes con pequeñas pagodas en las cimas. Para la mente es reconfortante. Se nota que es una ciudad que crece constantemente a buen ritmo. Pero todo parece hacerse cuidadosamente y sin olvidar algunos rincones y prácticas antiguas. Por ejemplo, a la orilla del río, justo al borde de la carretera y en la calle principal quedan huertos verdes y frondosos con árboles, fruta, puestos callejeros... Un sinfín de contrastes entre la Guilin del pasado y la moderna ciudad que se está inventando a sí misma ahora.

Espero que no sean muchos más los edificios y rascacielos que puedan tapar y olvidar la bonita suerte que tienen para sus ojos ahora.

Alba Cantón, por Shui Viajes


Mochileando por China III

Alba Cantón

Transcripción literal de mi diario de viaje

Tren - Zhuzhou - Guilin. 18/7/2006

Hunan - Algo diferente

Volvemos al tren. Al vagón bar. Esta vez adornado con unas cortinas blancas y rosas, manteles y sillas blancos. Muy ¿kistch? No hay gente. Este tren al menos no está tan atestado como el anterior. ¿Que por qué volvemos a no tener sitio? Pues por la mala pata. Sin más. Un accidente en la autopista ha provocado un atasco enorme mientras viajábamos en el autobús desde Changsha a Zhuzhou. Nos arriesgamos a pasar el día allá, en la capital de Hunan , ciudad donde Mao Ze Dong vivió la primera parte de su vida. Donde estudió en el colegio, la universidad y donde dió clase más adelante.

Teníamos el tren a las 20:18 y había autobuses que tardaban una hora cada cuarto de hora. Por lo que, sí, nos ajustábamos al tiempo, y no había problemas. No contábamos con el imprevisto y llegamos a la estación de bus de Zhuzhou con dos minutos de retraso. Tendríais que habernos visto las caras. Otro cambio de billetes, otro imprevisto...

¿Cogeremos algún tren a su hora alguna vez? Teníamos una silla dura reservada (En China el tren se divide en cuatro modalidades de billete, de más barato a más caro : sin sitio, silla dura, silla blanda, cama dura, cama blanda). Pero en fin, al final todo ha salido como debe, lo sé. Al menos, un tren nocturno (el de las 21:37) lo hemos podido coger. Y aquí nos encontramos, en nuestro querido vagón cafetería.

La ciudad de Zhuzhou es simplemente diferente. Diferente a lo anteriormente visto, pero sin nada completamente fuera de lo común. Una ciudad difícil de explicar. Infecta, pero interesante. Con un punto exótico que la hace merecedora de observarla y pasearla con
respeto.

En realidad huele mal. Sin rodeos. Antes era una pequeña ciudad que con la industria de carbón adquirió prestigio y volumen de habitantes. Y así es, es casi más grande que Madrid, e incluso tiene más habitantes. Esto es una pequeña ciudad en China. En el medio de la China. A pesar del olor, tiene color. Desde el color más sucio y negro de algunas paredes, hasta los rosas y rojos más chillones de las entradas a las tiendas. Hay música, hay vida, hay ambiente tranquilo en la calle. Callejuelas con terrazas, donde se cocina fuera, eliges entre las variedades poco suculentas , pero aún así apetecibles, que te ofrecen, acompañado de un té y una cerveza. Precios baratos hasta en el hotel central donde los alojamos.

Seguirá...

jueves, 24 de noviembre de 2011

Mochileando por China II


Nos alojamos en el “Hostel International” que se encuentra en una de las orillas del lago, -este verano se abría otro nuevo en otra orilla, yo me referiré al antiguo-. Un apacible y precioso lugar, muy asequible, con un gran salón de encuentro para todos los mochileros que vienen de todas partes del mundo. Las habitaciones son limpias y la terraza es tranquila: todo de piedra, plantas y agua. Sugerente para turistas y miles de mosquitos.

Cuando pudimos darnos una reconfortante ducha, salimos a investigar los alrededores para buscar un sitio donde comer algo. Nos sorprendió la cantidad de discotecas y pub para extranjeros que rodeaban el barrio. Alejándonos un poco del sitio descubrimos un mercado, ya cerrado pues estaba anocheciendo, y en una habitación contigua tenía una sala con sillas y mesas donde personas disfrutaban de unas cervezas. Quisimos probar suerte allí, a pesar de que no aparentaba ser un restaurante. Ocupamos una de las mesas del final y pedimos como pudimos un cuenco de “noodles” para cada uno y un plato vistoso que señalamos de la mesa de al lado, muy picante, por cierto. La otra mesa, compuesta por una mujer de mediana edad que acompañaba en cerveza y cigarrillos a sus dos compañeros masculinos, trataban de no aparentar el interés que habíamos causado en ellos al habernos oído chapurrear su idioma. Cuando terminamos de cenar, cambió la situación. Nos invitaron a probar otros platos que nos recomendaban, una carne buenísima que parecía ser la especialidad del lugar y unas cuantas cervezas más. La noche resultó terminar siendo de lo más animada, dos horas o más sin parar de comer, beber, reír, probando el fuerte “bai jiu” (licor típico) que nos ofrecía la señora desde una botella deplástico. Así señalamos lazos de amistad intercultural con los coros del famoso “gan bei” (¡salud!).

Prometiendo volver al día siguiente, regresamos al hostel para ver la final del Mundial de Fútbol de Alemania de madrugada. Vuelta al ambiente internacional occidental de todo albergue, esa noche conocimos a una pareja de amigos que se convertirían en personas clave del viaje: los canadienses Kyle y Emma. La corta conversación que mantuvimos durante el partido ya dejó ver que teníamos muchas cosas en común, entre otras: no sabíamos cuándo ni a dónde seguiríamos con nuestro viaje, la vuelta a nuestros respectivos países era la misma desde Shanghai y queríamos hacer un recorrido amplio del país hasta entonces. Decidimos invitarlos a cenar la noche siguiente en el lindo sitio que habíamos encontrado.

Alba Cantón